jueves, 24 de mayo de 2018
viernes, 25 de febrero de 2011
Mi reencuentro con Colombia
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En la aproximación para aterrizar, pude mirar a través de la ventanilla del avión una tierra verde intenso rodeada de múltiples montañas. No sólo no tuvimos ningún problema en migración para ingresar al país, sino que tanto Josefina como yo, recibimos una cordial bienvenida y una mirada de admiración por nuestro interés en conocer Colombia. Llamaba la atención la gran cantidad de uniformados militares que recorrían el aeropuerto. Una gran puerta con barras metálicas de piso a techo y torniquetes era la salida a la ciudad. Le preguntamos a uno de los jóvenes militares que custodiaban la entrada dónde podíamos tomar un taxi seguro y dónde podíamos cambiar algo de dinero. El dinero se podía cambiar en casas de cambio afuera del torniquete; aún dentro de las instalaciones de la Terminal aérea. Los taxis seguros, esos podían tomarse justo afuera. Uno de los militares nos acompañó al taxi.
Al subirnos al taxi, lo primero que nos llamó la atención fue una gran imagen de la Virgen de Guadalupe que colgaba del espejo retrovisor. El chofer nos saludó con gran amabilidad y cuando supo que éramos mexicanas no pudo dejar de contarnos lo devoto que era de la “madre de todos los mexicanos”. Le contamos que contábamos con pocas horas para conocer Bogotá y que habíamos decidido visitar el Museo del Oro. Asombrado por nuestro interés para conocer más de su Tierra, Don Israel Peña ofreció llevarnos en el camino, y sin costo extra, a mirar el cerro de Monserrate y el barrio de La Candelaria antes de dejarnos en el Museo. En el camino, gigantes esculturas de Botero, el más famoso pintor colombiano, daban la bienvenida al viajero. Una vez que llegamos al museo, Don Israel bajó corriendo de su auto para pedirle al guardia apostado a la entrada del Museo del Oro que cuidara de nosotras, no sin antes darnos sus datos y teléfono “por cualquier cosa” y recomendándonos probar a nuestra salida el tradicional ponche. Faltaban 20 minutos para el cierre, y uno de los guardias nos escoltó por el museo, mientras otro iba comenzando a cerrar las exposiciones. Sin embargo, siempre amables, insistían que tomáramos nuestro tiempo par ir recorriendo la exposición. El momento más impactante, la entrada a una bóveda con una puerta de más de 10cm de grosor conteniendo los mayores tesoros del museo, en su mayoría, piezas elaboradas por los muiscas, grupo indígena predominante en la zona que forma parte del grupo lingüístico de los chibchas.
Al salir, caminamos en algunas de las calles aledañas. Algo que siempre observo para darme una idea sobre qué tan segura se siente la gente, es la forma en que las mujeres llevan su bolsa. La gente caminaba tranquilamente, con sus bolsos al hombro, sin mayor preocupación. Las calles estaban custodiadas por varios jóvenes militares armados con metralletas. En una pequeña plaza vimos algunas artesanías y pudimos probar el ponche, con sabor a canela, antes de regresar al aeropuerto. Me llevé conmigo la amabilidad y cariño de los bogotanos que tuve oportunidad de conocer en tan sólo unas horas.
Casi 10 años después, Colombia ha cambiado radicalmente. En 2006, Uribe ofreció condenas reducidas a paramilitares y guerrilleros a cambio de su desmovilización. De acuerdo, con wikipedia que cita el balance del Plan 2005 del gobierno de Uribe, durante los primeros cuatro años de su presidencia el secuestro bajó de 2,986 a 800 secuestros por año; los homicidios bajaron en un 40.6 por ciento y el número de atentados terroristas, un 62.5 por ciento; los asaltos a poblaciones pasaron de 32 en 2002 a 5 en 2005. Además, el PIB creció el 5.75 por ciento y la tasa de desempleo pasó de 15.7 a 11.8. Uribe logró reelegirse por un segundo periodo. En 2010 se cumplió su estadía al frente del gobierno para ser sucedido por Juan Manuel Santos, actual presidente. Sin embargo, no todo ha sido miel sobre hojuelas. En 2008, varios congresistas fueron detenidos o interrogados por supuestos vínculos con los paramilitares: escándalo que sigue vivo a la fecha y que se conoce como el escándalo de la parapolítica. También existen acusaciones de los llamados “falsos positivos”, civiles asesinados que luego fueron “disfrazados” de guerrilla. Finalmente, en febrero de 2011, se habla también de “falsas” desmovilizaciones.
En este segundo viaje, llegamos de noche, y Bogotá nos recibió con una fuerte lluvia. El aeropuerto ha cambiado radicalmente. Ya no es tan visible la presencia militar y atrás quedaron los torniquetes y puertas metálicas. Se respira tranquilidad en la gente que espera a sus seres queridos.
El taxi nos llevó por una serie de avenidas sin mucha arquitectura y más bien de corte urbano, las esculturas gigantes de Botero ya no estuvieron para acompañarnos (luego me entero que es porque esa avenida está cerrada debido a una obra vial). Conforme nos alejamos del aeropuerto dejó de llover y frente al hotel en el que nos hospedamos, de plano no ha caído ni una sola gota de agua, aunque el aire era frío y húmedo. “Bienvenidos” nos dice el portero del hotel con una gran sonrisa. Le comento que estoy sorprendida que no llueve en la zona. “Se trata de ‘La niña’” me responde, “dicen que otra vez trajo el mal tiempo del invierno”.
Así que antes de que la lluvia decidiera llegar hasta el norte de la ciudad, donde estamos alojados, decidimos salir pronto a caminar para buscar dónde cenar. La zona en que nos encontramos se conoce popularmente como zona G o Gourmet y se caracteriza por una docena de restaurantes de gran calidad. A dónde ir si no a un restaurante colombiano para festejar la llegada. Nos dirigimos a Casa Vieja, una institución en el tema. Pero a las 9 de la noche, ¡ya están cerrados! Terminamos en La Rosa Náutica, que resultó ser una sucursal de conocido restaurante peruano especializado en comida del mar, destacando por supuesto los famosos ceviches. Ceviche limeñito al ají amarillo, pulpo en salsa de olivo, causitas con langostinos en salsa de ocopa, langostinos en camisa crocante. Todo bien acompañado con la cerveza local, una Club Colombia.
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lunes, 24 de mayo de 2010
4. Ahora estoy, ahora no estoy
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Se puede hacer click sobre las imágenes para ampliarlas
Uno de los sitios al que uno llega, como por arte de magia, es al impresionante Castello di Venere, que se erige majestuoso sobre un impresionante acantilado viendo hacia el mar.
“…sull’ericina cima al cielo enetto sorge a Venere Idalia un alto tempio…” Virgilio, Eneida, libro V.
Y claro, como nunca falta, por su localización estratégica los normandos, tiempo después, decidieron construir ahí mismo un castillo “echándose al plato el templo griego” al usar las piedras del templo para construir el castillo.
Pronto uno descubre la cambiante naturaleza de Erice. Aunque el cielo está azul y soleado, el viento puede ser extraordinariamente frío, y esas raras condiciones ambientales permiten que fácilmente se forme neblina así nada más.
Primero sonó una canción de Emiliana Torrini, Today has been OK. El mood melancólico, el entorno, la lejanía de casa, el excelente clima, todo parecía ir perfecto con esta canción. (Las canciones se pueden escuchar activando el hiperlink sobre el nombre de la misma).
Y luego, loquísimo. Mientras comía y escuchaba la canción, se formaron nubes sobre mí. No a cientos de kilómetros en el cielo. Sobre mi, a mi altura, nubes que pasaban sobre mi sándwich y sobre mi cabeza. Qué sensación más extravagante: ahora me veo, ahora no. Y qué frío, con todo y el intenso sol, que por momentos desaparecía por completo del cielo.
Pero como en un viaje como éste la melancolía no puede durar más de lo que dura la niebla que aparece y desaparece de los cielos de Erice, la siguiente canción que comenzó a sonar en el iPod fue justo lo que hacía falta para recuperar energía y continuar la visita. New Order, Hey what you doing.
Una sugerencia. Cuando seleccionan una canción se abre la página de youtube. Si quieren oir la música y seguir leyendo el blog, el truco está en abrir una segunda página web con el blog. Así mientras la música suena desde la página de youtube, se puede seguir leyendo en la página secundaria.
domingo, 23 de mayo de 2010
3. Ciudad medieval
El cielo azul y el fresco viento de la mañana invitan a caminar por las calles de piedra de esta ciudad medieval. Erice es verdaderamente pequeña: “sólo 250 habitantes” me dijo Pepe. Con diversas iglesias de valor histórico y un castillo normando construido sobre viejas ruinas griegas es suficiente atractivo para atraer a decenas de turistas que visitan durante el día a la ciudad.
Lo primero es dirigirse al Ettore Majorana Foundation and Centre for Scientific Culture, que me trajo en primer lugar al curso que he venido a tomar. Anna Mangiapane, la amable señora que a partir de hoy religiosamente servirá mi desayuno todas las mañanas, me da un mapa y me explica cómo llegar. “Muchas gracias” le digo sin estar bien segura de las instrucciones (¿pero, cuándo un mexicano dice que no entendió?). “Toma la calle de arriba y cuentas dos y ahí a la siniestra” (que por la seña y una asociación básica sé que se trata de la izquierda, ¡pues claro que la diestra es la derecha!). Y por supuesto, me perdí.
(Otra confesión, ese primer día por alguna razón entendí que la señora Anna se llamaba Rosa, nombre con el que la llame toda mi estancia. Me vine a enterar de mi error el último día cuando poco antes de irme le pedí me escribiera su dirección para enviarle una postal desde México. Imaginen mi cara cuando escribe Anna en mi libreta de viajes. Vaya que no se parece nada a Rosa y no me puedo imaginar qué pensaba ella que yo le decía cada vez que le decía Rosa. En fin, gajes del intercambio multicultural, supongo...).
La ciudad está construida con una piedra blanca local con aspecto gastado y que le da un aire medieval muy característico. El pavimento también es muy original con piedras de mármol de diversas formas que dibuja bonitos patrones ya gastados de tanto andar. Me recuerda Taxco, no por su arquitectura sino por lo sinuoso y empinado de las calles, así como del infame empedrado que se ve bonito pero que después de subir y bajar innumerables veces deja su “adolorido” recuerdo en los pies.
Estas fotos las tomé camino al Centro. Ojo con los laberínticos callejones y la maravillosa cuesta arriba. También es de notar que no hay nadie, las calles siempre solitarias. Algunos callejones son tan diminutos que uno simplemente no los ve y pasa de largo sin saber que acaba de perder el camino que debía tomar.
Dicen que estos callejones los construyeron los árabes con un fin defensivo. Un ejército invasor sólo podía pasar de un hombre a la vez, dándoles la ventaja para atacarlos.
El Centro y Fundación para la Cultura Científica Ettore Marjorana (nombrado así en honor al físico italiano del mismo nombre) está situado justo en el centro geográfico del pueblo, en la parte más alta de la montaña, donde alguna vez se ubicó el monastario de San Rocco. El monasterio de San Rocco se llama ahora Instituto Isidor I. Rabi y el auditorio se llama Richard P. Feynman (aunque los locales le siguen llamando San Rocco). Desde 1963, el Centro Marjorana organiza cursos en Erice con el fin de poner en contacto a investigadores, inventores y académicos reconocidos (incluyendo numerosos premios Nobel) con estudiantes de todo el mundo. Los cursos los imparten 123 escuelas (en todas las ramas de las ciencias, incluido el periodismo de científico y la comunicación de la ciencia) encargadas de organizar el programa y coordinar a los invitados y estudiantes. En San Rocco están las oficinas administrativas y de los directivos del centro. Además del monasterio de San Rocco, el Centro Marjorana cuenta con otras tres instalaciones: el monaterio de San Francisco (llamado ahora Instituto Eugene P. Wigner y con el auditorio Enrico Fermi), el monasterio San Domenico (llamado ahora Instituto Patrick M.S. Blackett con el auditorio Paul Dirac) y el "Ciclope" (llamado ahora Instituto Victor F. Weisskopf con el auditorio Richar H. Dalitz).
En el centro me dieron una carpeta con información de supervivencia básica, incluyendo un mapa detallando la ubicación del mismo y de los Institutos que lo conforman (mi curso comenzaría al día siguiente en el auditorio Paul Dirac), los hoteles base (incluyendo el mío) y los restaurantes donde podría comer y cenar. Así que, mapa en mano, me dirigí a perderme en el laberíntico mundo de calles y callejones para orientarme y conocer Erice.
2. La primera impresión
Golpes insistentes en mi puerta finalmente lograron despertarme del profundo sueño. Afuera, una amable señora rolliza, de cabello corto grisáceo, mejillas sonrosadas y amable sonrisa, intentaba explicarme en italiano que tenía una llamada telefónica. Eran las siete de la mañana y yo no entendía nada. Como pudo me hizo saber que en 5 (señal inconfundible con la mano), cinco minutos, me volverían a llamar (otra señal inconfundible con la mano). Luego me enteré que a lo sicilianos el lenguaje de las manos les viene natural.
Estas fotos son del hotel. La entrada principal. El patio. El piso superior. A mi me tocó la habitación 14, en el piso superior justo al fondo la puerta de la izquierda. No pudo ser mejor. Entraba el sol por la mañana iluminando todo el cuarto, y al abrir la puerta se podía ver en el horizonte la ciudad de Trapani y el mar. A la derecha, vista de la habitación.
Erice se encuentra a 750 msnm. Hasta 1934, fue conocida como Monte San Giuliano. En una guía de viaje dice que fue Mussolini a quien se le ocurrió cambiarle el nombre por la versión italiana del nombre en griego, Eryx. En la mitología griega se cuenta que Eneas huyó de Troya para refugiarse en Sicilia, donde fundó Erice y Segesta. En Sicilia también tienen lugar múltiples aventuras de Ulises, el líder militar griego que vagó durante 10 años por el mediterráneo buscando hogar.
1. Siempre se aprende algo nuevo
Otro dato estratégico (mi ignorancia alcanzó proporciones históricas), Sicilia es una isla. Y no cualquier isla, es la isla más grande del continente europeo con increíbles ciudades antiquísimas, archipiélagos de ensueño, valles de olivos y trigales y el volcán activo más grande de Europa: el monte Etna (el volcán de Islandia, que le hizo la vida imposible a miles de viajeros y que por poco cancela mi viaje, se queda corto).
Para llegar a Erice (mi destino final) hay que recorrer un largo camino. Primero, cruzar el Atlántico. Puede hacerse vía Londres o vía Madrid, aunque el volcán de Islandia dio el voto definitivo por Madrid (aeropuerto que no cerró operaciones), y que al final resultó muy buena opción. Una vez en Madrid hay un vuelo directo a Trapani por Ryanair. Trapani es la puerta de entrada a Erice que se encuentra a la vista desde cualquier punto pues en un valle junto al mar es la única montaña a la redonda.
Jueves por la tarde, inicia el viaje. Diez horas del D.F. a Madrid. Ocho horas de espera, una y media de retraso del siguiente vuelo y, dos horas y media más, para finalmente llegar a Trapani. Salgo del avión y ahhhhh, olor a mar. Pero no, todavía no llegamos. Falta otra media hora más por un camino completamente a oscuras que eventualmente se vuelve sinuoso y de subida, siempre de subida. Curvas cerradas y una carretera tan pequeña que sólo cabe un automóvil.
Pero no hay nada que temer, Pepe, el chofer de lentes gruesos y cabello rizado hasta el hombro, nacido en Erice y cosecha de 1972, domina el camino hasta con los ojos cerrados (cosa que casi fue cierta pues bostezaba sin parar para luego explicarme que en viernes todo mundo va a dormir temprano, ¡porque el sábado hay que trabajar! ¡En viernes!). Y no mintió pues en el camino no vimos alma alguna. Poco antes de la medianoche del viernes, veintidós horas después de haber salido de México, finalmente, llegué a mi destino: Monte San Giuliano.