Lo primero. Tengo que aceptar mi profunda ignorancia. Cuando supe que viajaría a Sicilia vino a mi mente la imagen de Marlo Brando como el Padrino, en la película homónima de 1972. Que los mafiosi son parte misma de Sicilia nadie lo puede negar, pero después de un poco de investigación uno se sorprende con el gran pasado histórico de esta tierra. Sicilia formó parte de la antigua Grecia, fue punto estratégico para el imperio Romano, la invadieron bizantinos, árabes, franceses, españoles y Borbones antes de finalmente pasar a ser parte de la República Italiana en 1860 cuando el socialista Giuseppe Garibaldi tomó la isla con la ayuda de los camisas rojas sicilianos y convenció a los locales de apoyar la unificación de Italia.
Otro dato estratégico (mi ignorancia alcanzó proporciones históricas), Sicilia es una isla. Y no cualquier isla, es la isla más grande del continente europeo con increíbles ciudades antiquísimas, archipiélagos de ensueño, valles de olivos y trigales y el volcán activo más grande de Europa: el monte Etna (el volcán de Islandia, que le hizo la vida imposible a miles de viajeros y que por poco cancela mi viaje, se queda corto).
Para llegar a Erice (mi destino final) hay que recorrer un largo camino. Primero, cruzar el Atlántico. Puede hacerse vía Londres o vía Madrid, aunque el volcán de Islandia dio el voto definitivo por Madrid (aeropuerto que no cerró operaciones), y que al final resultó muy buena opción. Una vez en Madrid hay un vuelo directo a Trapani por Ryanair. Trapani es la puerta de entrada a Erice que se encuentra a la vista desde cualquier punto pues en un valle junto al mar es la única montaña a la redonda.
Jueves por la tarde, inicia el viaje. Diez horas del D.F. a Madrid. Ocho horas de espera, una y media de retraso del siguiente vuelo y, dos horas y media más, para finalmente llegar a Trapani. Salgo del avión y ahhhhh, olor a mar. Pero no, todavía no llegamos. Falta otra media hora más por un camino completamente a oscuras que eventualmente se vuelve sinuoso y de subida, siempre de subida. Curvas cerradas y una carretera tan pequeña que sólo cabe un automóvil.
Pero no hay nada que temer, Pepe, el chofer de lentes gruesos y cabello rizado hasta el hombro, nacido en Erice y cosecha de 1972, domina el camino hasta con los ojos cerrados (cosa que casi fue cierta pues bostezaba sin parar para luego explicarme que en viernes todo mundo va a dormir temprano, ¡porque el sábado hay que trabajar! ¡En viernes!). Y no mintió pues en el camino no vimos alma alguna. Poco antes de la medianoche del viernes, veintidós horas después de haber salido de México, finalmente, llegué a mi destino: Monte San Giuliano.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario